En un mundo en el que hay dispositivos móviles que personas y se calcula que el 40% del total de la población está on-line, la movilidad ya no es una opción.
Da la sensación de que todo debe ser móvil para ser tenido en cuenta. No deja de sorprender que haya más gente con acceso a un dispositivo de este tipo, que gente con acceso a agua potable. Eso nos da una idea de las magnitudes de un concepto, el de movilidad, que hasta hace bien poco pertenecía al mundo de la ciencia ficción.
Hoy ya no se concibe un mundo sin teléfonos móviles, por ejemplo:
Nos acompañan a lugares donde nunca antes pensábamos que podrían estar (la playa, el metro, el avión…), llegando su influencia a tal punto que están definiendo nuevas enfermedades y trastornos psicológicos asociados a su uso.
La Nomofobia es un ejemplo. Es el temor extremo a salir sin el dispositivo móvil a la calle, que según estudios, sufre en mayor o menor medida hasta un 53% de los usuarios de móviles.
La sensación de seguridad y conectividad que produce el uso de estos dispositivos y la amplia variedad de información y servicios a las que nos da acceso está dominando y cambiando nuestra vida personal cada vez más.
Usar diferentes aparatos que nos permiten cierta movilidad manteniendo el acceso a información o aplicaciones está creando un nuevo entramado estructural social donde las relaciones a la vieja usanza o incluso las fronteras pierden sentido.
La ironía radica en que ganando movilidad y conectividad, perdemos en relaciones personales. Pero ¿cómo afecta todo esto al mundo empresarial? ¿Cómo se traslada este nuevo estilo de hacer las cosas a nuestro trabajo cotidiano? ¿Asumimos este concepto de movilidad con la misma disposición que en nuestra vida personal?
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